domingo, 8 de septiembre de 2013

Soñamos alto...


Soñamos alto, Señor;
soñamos alto…
Con palabras brillantes
alzamos las manos a remotos cielos,
miramos horizontes de infinita belleza.
Soñamos alto, Señor,
soñamos alto…
Pero no somos hombres ilusos, inconscientes.
Sólo queremos verte.
Y amarte.
Y seguirte del todo
cada día.
Porque Tú nos enciendes,
prendes el corazón y nos lo elevas,
siembras nuestros proyectos de ideales,
diriges nuestros ojos a la cima.
El amor perfecto,
la bondad sin mancha,
la fe arraigada,
la alegría eterna,
la esperanza recia,
el perdón sincero,
la pasión divina,
el corazón entero,
las manos entregadas,
los pies dispuestos…


Soñamos alto, Señor,
soñamos alto…
Pero Tú quieres vernos en la vida,
en esta que tenemos.
Quieres vernos soñar, volar,
sin despreciar el suelo.
Y que no sea en balde nuestro anhelo,
que no se quede tanta voluntad
en agua de borrajas.
Danos, Señor, tus sueños —altos, puros—
y danos claridad para encarnarlos.
Danos amarte a ti
no sólo con discursos ardorosos,
también con decisiones cotidianas.
En la cumbre, tu Amor,
y todos los amores hacia el tuyo…
Esta cruz que nos pesa, Señor,
no nos la quites.
No nos saques del barro que pisamos.
Los sueños sin madero son espuma.
Y Tú eres mar rotundo,
azul, profundo.
Alta Luz que se abaja y se nos llega.
Amor que, en cada esquina, nos llama,
nos espera.
Amén.




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