sábado, 13 de junio de 2015

A quien busque un corazón nuevo...


A ti, que buscas un nuevo corazón,

   Cuando era pequeño soñaba con hombres de fuego. Hombres de corazón ardiente que cruzaban mares y atravesaban fronteras guiados por un deseo común. Dejaban su casa y abandonaban su tierra para entregarse a un destino incierto, pero preñado de una Promesa. Cuando ellos volvían, su rostro era luminoso y su sonrisa desvelaba el acierto de su vida. Sabían que no se habían equivocado. Que sus frágiles manos portaban algo más que su debilidad y que su mirada era mejor si primero la fijaban en el Hijo de la Madre buena. Eran grandes hombres, «amigos fuertes de Dios», que hicieron de sus manos la prolongación de los brazos maternos de la mujer que hoy recordamos. La mujer del Corazón entregado. La mujer del Corazón en alto. La mujer del Corazón de Madre. Sus hijos traían la buena noticia de que merece la vida escuchar la Palabra y cumplirla. Habían encontrado un Tesoro y poco era lo que les apartaba de él. Y ellos, que quizá nada más tenían asegurado, no dejaban de regalarlo a manos llenas.
























  Se adivinaba en su rostro el color de las gentes de África, la vida vibrante de Latinoamérica, la honda sabiduría de Asia o la enigmática cotidianeidad de Europa. Su mirada rescataba los signos de la presencia de Dios allá donde veían. Y como la mujer del Corazón ardiente, le descubrían en lo pequeño. En los niños que llevan el agua a sus casas, en las mujeres que se desviven por el hogar, en los hombres que cultivan el arroz, en el silencio incomprendido del primer mundo. Sus hijos, aquellos misioneros, no dudaron en ofrecer su corazón como Ella lo hizo. Bastó un «sí», un «hágase», para que el milagro irrumpiera. Y la promesa se volvió a cumplir. Ya su corazón no era para sí mismos, ni para su tierra, ni para su casa. Su corazón era para todo aquel que llegaba fatigado del camino, herido en la batalla o buscando, sencillamente, un suelo firme donde habitar. Y como la Madre, lo acogían en su casa. Porque de la del Corazón de fuego aprendieron a ser hogar de la Palabra, refugio del necesitado, reflejo del Dios que tanto nos ama.


   Los hijos de la del Corazón ensanchado supieron encender el fuego del deseo de tener un mismo corazón en otros. También en mí. Avivaron las ganas de tener un corazón más grande, más amable, más libre. Grande, para acoger a tantos. Ancho, para que todos cupieran. Libre, para no hacer distinción. Y empecé a querer vivir de un corazón misionero. Como el suyo. Como el de Ella. Y Dios, que vio que era bueno, siguió tejiendo este sueño en mis entrañas. El sueño que superó todos los proyectos anteriores y los grandes deseos de la adolescencia. El sueño que me lleva a escribirte estas líneas. Hoy soy hijo del Inmaculado Corazón de María. Hoy mi sueño es seguir apostando por cruzar los mares y atravesar fronteras para llevar a tantos lo que el Corazón de María me enseñó: que Dios te encontró antes de que tú le buscarás, que te espera para seguir amando, que te sueña antes de que tú lo desees. Como lo aprendí de aquellos hombres de fuego, aquellos de corazón ardiente. 




   De pequeño soñaba con un corazón así para mí. Ahora lo pido para ti. Porque seguro que tú también sueñas con un corazón más grande, más amable, más libre. Porque seguro que también dentro de ti, tu corazón late a ritmo misionero... ¿Por qué no escucharlo hoy, mañana, siempre? María, la del Corazón ardiente, te enseñará cómo. Y en él, todas las voces y todos los gritos del mundo que esperan una Buena Noticia... ¿y si fuera tu corazón el que falta?


Feliz fiesta del Corazón de María. 
Feliz horizonte misionero.

Un joven misionero claretiano





martes, 2 de junio de 2015

Experiencias sobre la Vida Consagrada

Rayappa desde un mirador de Ourense
Como hemos ido compartiendo con vosotros, este año celebramos el Año de la Vida Consagrada en toda la Iglesia. Para nosotros está siendo un tiempo de alegría por nuestra vocación y de profundización en nuestras raíces. Cada encuentro, cada persona, cada actividad nos lleva a seguir agradeciendo a Dios todo lo bueno que nos regala. Y queremos compartirlo contigo. El pasado 23 de mayo tuvimos la oportunidad de participar algunos de nosotros en el encuentro de religiosos jóvenes promovido por la Delegación de Vida Consagrada de Ourense. Desde aquí agradecemos la cercanía, la acogida y el evangelio que respiramos durante aquel fin de semana. Cuatro de nuestros hermanos nos regalan esta experiencia... y en sus palabras esperamos que encuentres la alegría profunda que nos trae seguir más de cerca a Jesús... ¡nada ni nadie puede arrancar esta alegría que viene de Dios!

Jóvenes religiosos y religiosas en Ourense
   
Con el P. Gerardo Luis Martin Sánchez, Prior del monasterio de Oseira
Parte de nuestra comunidad con el P. Jorge Juan [Diócesis de Ourense]
Ser casa de Dios en medio del día a día

Patris en el concierto-oración
   El encuentro de religiosos jóvenes en Galicia me invita a reflexionar lo que significa ser seguidor de Jesús. Ser seguidor de Jesús tiene un significado para mi vida: mi ser, mi poder y los momentos más importantes de mi vida son para Jesús. Jesús es el centro de mi vida diaria. Jesús es el centro de mi vocación misionera. La alegría de mi vida misionera se encuentra en el momento en que yo estoy siempre con Jesús y caminando con él. 
   Además en este encuentro me ayudó plantearme lo que significa la oración que hago cada día. La oración para mí es un encuentro con Dios. Orar con fe significa abrir todas las puertas de mi cuerpo y de mi alma para que Dios pueda entrar, iluminar y habitar en la casa que soy. En la oración necesito tener intimidad con Dios para expresar verdaderamente toda mi vida, mis emociones y el amor de mi corazón. Lo más importante cuando rezo es que no soy yo el centro, si no que Dios es el centro que se dirige a mí y me llena de una profunda alegría.
Patrisius Weka Bakior, cmf

Ser místicos de un horizonte abierto

   La experiencia del encuentro religiosos jóvenes en Galicia ha sido una experiencia a volver a la fuente y recuperar la fuerza original de mi vida consagrada. El discurso de Gerardo Luis fue una autentica exposición a lo que llamamos «La mística del Encuentro». La fidelidad creativa de un místico está en poner a Jesús en el centro de su vida. ¿Estamos llamados a ser místicos? «El sacramento de Presente» nos hace ser un místico. La vocación del seguimiento es por una vida eterna: seguir sus pasos a cada momento de la vida, palpando en nuestro corazón el único respiro. Es Dios hasta la muerte. La vida no es una lucha contra nadie ni tampoco es una tarea parar completar, sino es una existencia que busca en su fondo la alegría  en cada instante. [Juan 16,22]
   El camino a recorrer para seguir la voz del Señor no siempre es fácil. Hay momentos de cansancio en los que uno se pierde en el camino. También hay ocasiones en los que no se puede distinguir entre la luz y la tiniebla. Por lo tanto, nuestra debilidad está en no poder descubrir Su Rostro en cada momento de nuestra vida. Tenemos que hallar la alegría de las pequeñas cosas de la vida porque es allí, donde uno descubre la fuente de la alegría que viene de Dios. Por eso la invitación es llevarnos por el Espíritu Santo, porque es Él quien nos guía a cada instante de nuestra vida. El horizonte está abierto parar nosotros… ¿Qué haremos? Ser consagrado será ser testigo de la vida eterna, por eso debemos contagiar a nuestra alrededor el amor y lo que uno está viviendo en su comunidad.
Sarin John, cmf


La alegría no me la quita nadie: la alegría de ir tras Jesús y vivir mi vocación

   El tema del encuentro de religiosos jóvenes en el que tuve la oportunidad de participar fue: “la alegría no me la quita nadie: la alegría de ir tras Jesús”. Es un tema que para mí fue muy revelador del peso de la llamada que he recibido de Jesús y por la que sigue respondiendo día a día a pesar de tantas tentaciones y ofertas que me presenta el mundo y que constituyen unos obstáculos para vivir plenamente la alegría de mi vocación. Así que personalizando este tema del encuentro he querido añadir una palabra que representa el porqué de mi “ser misionero”: Vocación. En efecto, vivir mi vocación hoy en día y con alegría constituye un desafío tan grande que soy consciente de que esta alegría verdadera me puede venir únicamente de Cristo. Contar así lo que fue mi experiencia del encuentro de Ourense es subrayar tres puntos esenciales que para mí fueron lecciones para seguir respondiendo a la llamada recibida como misionero claretiano.
   Por un lado, el encuentro con otros jóvenes religiosos. Hay un proverbio africano que dice “Un hombre estando solo no puede construir un pueblo, tampoco un único dedo puede llevar un palo”. Cómo no compartir la alegría que viví al encontrar otros jóvenes quienes como yo intentan en su día a día responder con fidelidad a la llamada recibida de Cristo. Me encontré con jóvenes de diversos horizontes (Colombia, México, España, Congo) quienes han dejado su tierra para responder a la llamada de la misión. 
   Por otro, que Jesús es el centro de todo. Muchas veces las situaciones que viví me llevaron a preguntarme sobre el porqué de la elección de la vida religiosa. Las enseñanzas recibidas en Ourense me permitieron fijarme en todo lo que puedo hacer en Cristo centro de mi vida. Nada ni nadie me puedo quitar esta alegría que tengo dentro de mí al seguir y responder a la llamada de Cristo. Soy consciente de que mis dificultades y dudas llegan cuando pongo en el centro mis problemas y da mucha importancia en lo que otros piensan de mí, de mi elección. Como religioso y joven, Jesús tiene que estar presente en todas las circunstancias de mi vida. 
   Por último, saber que hay esperanza. Al final del encuentro, una frase quedó inscrita en mi corazón y que para mí es el fruto de estos días pasados con otros religiosos jóvenes: Hay esperanza. A pesar del envejecimiento, a pesar de la falta de vocaciones. Esta esperanza para mi es la clave para vivir el presente con mucha alegría. 
   Al contar mi experiencia de Ourense me gustaría dejar como última nota este grito de esperanza a todas las personas que me leerán y especialmente todos los religiosos jóvenes quienes como yo intentan responder día a día a su vocación. Que nadie ni nada nos quita esta alegría de ir tras Cristo pues, nuestra llamada no nos viene del mundo sino de Cristo.
Patrick Claver, cmf

El amor ha sido derramado en nuestros corazones

   En las clases de español una de mis compañeras me ha preguntado: "¿Qué es la vida consagrada?" Ella no puede imaginar una vida sin casarse y sin formar una familia. En realidad, hay dos buenos frutos de la vida consagrada: el amor y la alegría. El primer fruto, el amor, procede del Corazón de Dios que ama a las personas sin fronteras y sin límites. El segundo fruto, la alegría, guía a Dios, en Dios y todo en Él [Jn 6, 22]. Para mí son los dos frutos suficientes para expresar el sentido de nuestra vida consagrada. Una vida llena del Amor de Dios y de la alegría de su seguimiento. 
   Como consagrado en formación, intento practicar cada día este estilo de vida para lograr estos frutos en mi vida cotidiana. Así podré compartirlos con los demás y ponerlos a su servicio. 





Juan Sang, cmf

La alegría que viene de dentro

Cada congregación o comunidad religiosa es un fruto del Espíritu Santo. Pues vivir aquella fin de semana con hermanos y hermanas de distintas congregaciones y nacionalidades seguramente era una convivencia perfectamente vivida, testimoniando la fiesta de Pentecostés. “Mi alegría no depende nada de lo que el resto piensa de mí. Si, piensan bien de mí, me dan una estrella; si piensan mal de mí me dan una mancha”. Estas palabras de R. P. Gerardo Luis Martin Sánchez me alegraron y animaron para seguir viviendo mi vida religiosa que contiene felicidad en sí misma. La jornada ha sido una invitación para hacer Jesús, oración y eucaristía como el centro de mi vida. ¡Ojalá que Dios sigue enviando más jóvenes para seguirle íntimamente y ser testimonios a su evangelio!

Joseph Raju, cmf



Llamados a ser estrellas...


Mirando a la línea de los que están ofreciendo velas al Santísimo Sacramento, me di cuenta de una cosa. Somos diversos. Cada uno es diferente a otro. Pero no estamos llamados a ser soles en nuestro propio mundo sino estamos llamados a ser una constelación de estrellas. No estamos llamados a ser solistas sino para ser una orquesta. 
Rheadh de la Torre, cmf
De izqda. a der.: P. Jorge, José Ramón y Paulus
Raju y Antonio con las hermanas que nos acogieron
En el concierto oración de Ain Karem