domingo, 29 de septiembre de 2013

Pero no le miraste...

Pero no le miraste.
Y esa fue tu desgracia, tu abismo,
tu caída.
No fue el banquete espléndido,
ni la mucha bebida.
No fue tanta riqueza
ni tanta ostentación.
Fue que estaba a tu puerta,
noche a noche,
día a día.
Que pasabas delante al salir y al entrar.
Que sabías del hambre y del frío invernal.
Que sabías del miedo y la inseguridad.
Y del dolor terrible de rogar por el pan.
Que allí estaba tu hermano.
Tu hermano…
Y que tú lo sabías.
Pero no le miraste.
Y esa fue tu desgracia, tu abismo,
tu caída.


Y a tu lado, Jesús,
el Cristo, el todo ojos.
El que todo veía y a todos contemplaba.
Jesús, el desprendido,
el todo despojado para mejor servir.
El de mirada libre,
Señor de mano pronta.
El que supo mirar donde Tú no veías.
El que trajo la Luz que hace ver la luz.
Amor que abre los ojos
y pone de rodillas.
Que se para en las puertas
donde tantos sufrimos.
Y a su zaga los hombres
tocados por su gracia.
Los hombres encendidos
que han sabido mirar.


Pero no le miraste.
Ni siquiera a ti mismo.
Tampoco a tu Señor.
Y esta fue tu desgracia, tu abismo,
tu caída.
Ahora pides, sediento, que te mojen los labios,
que los tuyos no sigan con los ojos cerrados.
Pero quizá la sed que tú tienes ahora,
esa sed que padeces… no se pueda saciar.
O quizá, ahora sí,
Jesús vuelva a mirarte.
Ahora que tú ya no estás a la mesa,
tú que vives ahora desahuciado
a la puerta.

Señor, si así lo quieres,
mira a estos hijos tuyos,
tantas veces altivos, insensibles.
Mira y conviértenos.
Si no sabemos verte,
que no falte el hermano.
Si la sed permanece,
que no falte tu Luz.

Amén.



domingo, 22 de septiembre de 2013

Inicio del postulantado de José

     

     Desde ayer, fiesta de S. Mateo, contamos en nuestra comunidad con un nuevo postulante. En lenguaje común, "postulante" es el que pide, el que propone, el que se ofrece como candidato. En el ámbito de la vida consagrada, "postulante" es el que pide entrar a formar parte de una congregación religiosa, el que se propone a sí mismo como testigo de Jesucristo siguiendo su misma forma de vida, el que se ofrece como hombre para Dios y para los demás. Es aquel que desea entrar en un camino profundo de discipulado, que desea ir tras el Jesús del seguimiento y responder con su vida misma al Dios que le llama. Aquel que desea decir SÍ al Señor con prontitud, con todo el corazón, desde su pobreza, alegre y esperanzado. Ayer, José Ramón Palencia comenzó a ser postulante claretiano.



     Nosotros traemos a este blog la alegría y la gratitud que nos da el de poder compartir con José este camino que acaba de inaugurar, después de un proceso intenso de discernimiento y de búsqueda de la voluntad de Dios. Alegría porque su historia con Dios continúa ahora con un horizonte nuevo y muy hermoso. Y sus hermanos de esta comunidad de Colmenar Viejo tenemos la oportunidad de ser testigos y compañeros de fe y de vocación. Gratitud porque el Señor nos sigue llamando ¡cada día! a ser sus discípulos y sigue habiendo jóvenes, como José, dispuestos a entregarse del todo a su servicio.
     ¡Felicidades, José! Aquí nos tienes.


     Que el Inmaculado Corazón de María, a quien Claret consagró toda su vida y su misión, te ayude a conocer más a Jesús para más amarle; a amarle más para mejor servirle; a servirle mejor para más alabarle. Que en todo vayas descubriendo el Fuego del Amor de Dios y que en él crezcas, te transformes y te vuelvas luz y calor para cuantos se crucen contigo.
     Amén.





domingo, 15 de septiembre de 2013

Herederos...


Padre, tuviste compasión.
Te conmoviste.
Tienes misericordia.
Nada más grande se puede decir de ti.
Nada más hermoso ni más inesperado.
Nada que nos salve y nos eleve,
nos recoja, nos abrace y nos levante.
Nada.
Nada como tus entrañas compasivas,
como tu corazón entero estremecido,
cercano a nuestros fallos y pesares,
pendiente de tus hijos, que tropiezan.

Padre, tuviste compasión.
Te conmoviste.
Tienes misericordia.
Eres pastor de ovejas que se esconden.
Buscador de monedas que se pierden.
Padre de hijos torpes que se alejan,
aunque nunca se vayan de tu casa.
Hay tanta alegría en tu mirada
como perdón en tus abiertas manos.
Tanta paciencia en tus aljabas
como gozoso amor en tus designios.


Padre, tuviste compasión.
Te conmoviste.
Tienes misericordia.
Esta es tu intimidad:
nos la has mostrado.
Nos has dado la fe para encontrarte,
reconocer tu luz y agradecerla.
Eres amor y gracia derrochados.
Y es tu mejor herencia, tu legado. 
Padre de providente entraña,
Hijo entre cruces entregado,
ardiente Espíritu donado.

Sí, Padre, tuviste compasión.
Te conmoviste.
Tienes  misericordia.
Y sueñas que nosotros la tengamos.
Que la herencia de tu amor no la perdamos,
que sepamos traducirla en nuestros pasos.
Amor a Dios, amor a los hermanos.
Amor a nuestra vida con sus pequeñas cosas.
Y a aquella que vendrá si estamos a tu lado.
Amor, amor.
Amor arrodillado.
Herederos de un Dios enamorado.

Amén.



domingo, 8 de septiembre de 2013

Soñamos alto...


Soñamos alto, Señor;
soñamos alto…
Con palabras brillantes
alzamos las manos a remotos cielos,
miramos horizontes de infinita belleza.
Soñamos alto, Señor,
soñamos alto…
Pero no somos hombres ilusos, inconscientes.
Sólo queremos verte.
Y amarte.
Y seguirte del todo
cada día.
Porque Tú nos enciendes,
prendes el corazón y nos lo elevas,
siembras nuestros proyectos de ideales,
diriges nuestros ojos a la cima.
El amor perfecto,
la bondad sin mancha,
la fe arraigada,
la alegría eterna,
la esperanza recia,
el perdón sincero,
la pasión divina,
el corazón entero,
las manos entregadas,
los pies dispuestos…


Soñamos alto, Señor,
soñamos alto…
Pero Tú quieres vernos en la vida,
en esta que tenemos.
Quieres vernos soñar, volar,
sin despreciar el suelo.
Y que no sea en balde nuestro anhelo,
que no se quede tanta voluntad
en agua de borrajas.
Danos, Señor, tus sueños —altos, puros—
y danos claridad para encarnarlos.
Danos amarte a ti
no sólo con discursos ardorosos,
también con decisiones cotidianas.
En la cumbre, tu Amor,
y todos los amores hacia el tuyo…
Esta cruz que nos pesa, Señor,
no nos la quites.
No nos saques del barro que pisamos.
Los sueños sin madero son espuma.
Y Tú eres mar rotundo,
azul, profundo.
Alta Luz que se abaja y se nos llega.
Amor que, en cada esquina, nos llama,
nos espera.
Amén.




domingo, 1 de septiembre de 2013

De hinojos, siendo Dios...


Señor, todo comenzó sencillamente.
Me dejaste ver un día tu presencia.
Te hiciste cercano y me llamaste.
Yo entonces me sentí pobre y pequeño:
te fijaste en mí sin que lo mereciera,
sin que pudiera ofrecerte nada
en pago de tus dones.
Tú lo sabías y lo quisiste así.
Me devolviste a mi verdad y allí me amaste.
Era todo gratuidad. Eras todo gratuidad.
Señor, Tú me llamaste.
Yo me puse en camino.
Manos vacías, corazón dispuesto.
Humilde, agradecido.

La vida va pasando
y yo con ella.
Y aquella sencillez del primer día
se va desdibujando.
Crece en mí el orgullo,
se alza la complacencia,
rugen mis gustos pidiendo su tributo.
Y vuelvo a verlo todo con mis ojos.
Incluso cuando sirvo, peco de soberbia
y exijo que me pagues por el bien de mis manos
y hallar mi recompensa al terminar el día.
Me olvido del Calvario en busca de otros montes
y niego que al banquete se entre por la Cruz.


Devuélveme, Señor, a las primeras horas,
al sabor del regalo, a la luz de la gracia.
Hazme ver que mis méritos son polvo envanecido,
que tu misericordia es don y no salario.
Que buscar lo pequeño es andar en verdad.
Ponme de rodillas al pie de mis hermanos,
abre mis banquetes a pobres y excluidos.
Tú, que te llegaste tan sencillamente.
Tú, que te ceñiste la toalla.
Tú, que hiciste gloria del madero.
Tú, Señor, de hinojos, siendo Dios...
Amén.