lunes, 28 de noviembre de 2016

Un corazón que late a ritmo de adviento


  Muchas veces nos encontramos a tantas personas que, de alguna manera, buscan ese 'algo más' que todos esperamos. Muchas veces, cuando menos lo intuimos, se nos regalan encuentros en los que aunamos deseos de vivir con mayor anchura. Aunque no lo digamos así, aunque en tantas ocasiones pase desapercibido. En el fondo, nuestro corazón late a ritmo de adviento. Lo que somos viene viviendo esa tensión de que llegue algo, o mejor Alguien, que tenga algo que decirnos. Y, en ese intento, hemos querido echarle imaginación con un mensaje especial que hoy compartimos. Porque todos esperamos la Palabra que haga vibrar nuestro día a día. Porque todos estamos a la espera. Porque todos merecemos que Alguien tan bueno nos visite.

   Ojalá sea este tiempo de Adviento el momento oportuno para poner al día eso que tanto anhelamos, y ojalá recibamos la Luz que se nos viene para poder acoger tanto misterio... ¡Feliz tiempo de Adviento!

Querido amigo, querida amiga...
  Quizá te sorprenda que te escriba. Quizá pienses que todo forme parte de una idea, de un proyecto, de un tiempo bonito. Sin embargo, llevo queriéndote decir algo mucho tiempo. Tanto, que pueda ser una eternidad. Tanto, que hasta aquello que te digo va en mi propio corazón.
  Sí, en mi corazón. En el mismo que el tuyo. Allí es donde recuerdo a cada momento quién eres, cuál es tu nombre, cuáles son tus deseos, dónde están tus tropiezos… te conozco. Te conozco desde antes de que tú lo supieras. Tanto, que te llevo escrito en la palma de mi mano. Tanto, que tu nombre lo escribí en las estrellas. Te conozco porque sé lo que tú has vivido, yo también pasé por lo mismo que tú. Pasé por aquel conflicto que hace tiempo tuviste tan malo. Transité por los sueños que te hacen sentir vivo. Me perdí alguna vez que otra en pequeñas rencillas que no me ayudaron. Nací. Como tú. Crecí. Como tú. Y traté de afrontar la vida con la mayor fuerza de la que fui capaz. Como tú lo estás tratando de hacer ahora. Y Dios siempre estuvo conmigo. Como contigo.
  Y así te voy desvelando el porqué de este nuevo nacer de cada año, de cada día. Porque sé que lo que yo viví lo puedes vivir tú. Porque en tu corazón puede prenderse la misma llama que me hizo a mí capaz de conocer en profundidad tanto; de amar, hasta el extremo; de servir, aunque todo invite a no hacerlo; de alabar, porque nuestra mirada está puesta en una esperanza más grande. Sí, amigo de camino. Yo vine para que tú pudieras vivir al máximo. Vine para que vivieras a fondo. Vine para que no olvides que te amo. Desde siempre. Enteramente. Porque yo, con todo lo que soy, quiero hacerte valiente.
  No dudes mucho más. No te dejes vencer por esa mala racha, por ese tiempo de olvido, por ese ‘no te encuentro’. No. Ven a encontrarme conforme estoy viniendo. Con todo el amor del que soy capaz. Con toda la sencillez que tiene un niño. No te prometo grandes espectáculos, pero te aseguro que, si me esperas, yo siempre estaré contigo. Para cruzar juntos esos puentes difíciles que se te presentan. Para avivar en ti el deseo de ser mejor. Para recordarte, con todas mis fuerzas, que eres amado. Infinitamente amado. Y, por eso, la vida merece la pena. Y la alegría.
  Espérame. Estoy viniendo. Y soy yo mismo quien vengo. No pases página. No te detengas… sé que este tiempo va a ser, para ti, nuevo. Ya estoy viniendo. Ya te estoy queriendo…
  Tuyo,
יֵשׁוּעַ