miércoles, 28 de septiembre de 2011

El árbol de la vida


                      


     Salir del Seno... Narrarse la propia vida con sentido... Recorrer las heridas para comprender quiénes somos... Reconciliarse con quienes nos amaron, aunque no consiguieran acertar... Enterrar a los muertos... Dejar marchar... Descubrir al otro... Hacer el mal que no queremos... Crecer... Buscar un hueco en el mundo... Aprender la libertad... Vivir desde el poder o desde la impotencia... Poblar la naturaleza de humanidad... Arrastrar la soledad... Descubrir el dolor ajeno... Asombrarse... Temer... Desterrar al Dios castigador... Cantar la delicadeza del corazón humano... Preguntarse... Encontrarse... Dejar que el agua nos empape y nos libere... Despertarse con hielo bajo los pies... Atreverse a elegir la puerta estrecha... Confiar radicalmente... Asumir que la bondad no se impone... Saltar entre los bancos... Saberse débil e hipócrita... Ensalzar lo sutil y lo escondido de la presencia... Fracasar para convertirse... Perdonarse... Despertar el deseo... Sentirse pecador y lanzar la culpa al río... Rebelarse... Arrodillarse... Abrazar... Esperar... Esperanzarse... Entregar... Reencontrar... Entregarse... Hacer fiesta... Entrar en la luz... Poner a Dios rostro de Madre... Seguir viviendo... Volver al Seno... AMAR...


"Si no sabes amar,
tu vida pasará como un destello"


"El árbol de la vida" (Terrence Malick). Una película abrumadora. Todas las palabras sobran, también las nuestras. Basta contemplar. La naturaleza, el hombre y Dios -la VIDA- contados con una belleza y una hondura a las que no estamos acostumbrados. Y con un rostro de mujer para la eternidad...





viernes, 23 de septiembre de 2011

Reencender el fuego del corazón


Hola amigos:
Me llamo Charles, soy estudiante claretiano. Nací en Caaguazú (Paraguay); hablo, además del castellano, el guaraní, que prácticamente es mi lengua materna de mi querida tierra colorada. Tengo 23 años. Llevo dos meses y pico viviendo en Colmenar Viejo, Madrid (España).

Ejercicios Espirituales Estudiantes de Colmenar y Granada (Los Negrales)

Lo que me gustaría compartir con cada uno de vosotros quienes visitáis este blog es la experiencia que he vivido al comienzo de este mes de septiembre.
Los estudiantes claretianos de Colmenar Viejo y de la Provincia de Bética (que viven en Granada), nos fuimos de Ejercicios Espirituales al inicio de este mes de septiembre, para desconectarnos de la rutina cotidiana y hacer silencio, de modo que todo lo que vamos viviendo tenga su tiempo de reposo y de calado en Dios.
Los Ejercicios Espirituales tuvieron lugar en Los Negrares, bajo la dirección del P. Carlos Sánchez Miranda, misionero claretiano, de la Provincia Perú-Bolivia. El lema que ha guiado nuestros Ejercicios ha sido: “REENCENDER EL FUEGO DEL CORAZÓN.”
“¡Oh Jesús mío!, os pido una cosa que yo sé me la queréis conceder. Sí, Jesús mío, os pido amor, llamas grandes de ese fuego que Vos habéis bajado del cielo a la tierra. Ven fuego divino. Ven, fuego sagrado; enciéndeme, abrásame, derríteme y derríteme al molde de la voluntad de Dios.” (Aut 446). Con esta hermosa, sencilla y profunda oración del P. Claret dábamos inicio a nuestros Ejercicios Espirituales.


  

Creo que el mejor resumen de los contenidos de los Ejercicios Espirituales es la llamada “definición” o “forma del Misionero”, que también escribió Claret: “Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y abrasa por donde pasa. Que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todos los hombres en el fuego divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias; se alegra en los tormentos y dolores que sufre y se gloría en la cruz de Jesucristo. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Cristo en orar, en trabajar, en sufrir, en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de los hombres.” Se halla al frente de nuestras Constituciones, un librito que recoge nuestro programa de vida.
Los temas de los Ejercicios Espirituales han sido muy concretos y sencillos pero a la vez muy profundos. Sólo me cabe una palabra de agradecimiento y reconocimiento por esta experiencia: gracias.
Ya mis queridos amigos me voy despidiéndo, deseándoos mis mejores anhelos para cada uno de vosotros. Y no olvidéis que se necesitan de hombres y mujeres, como tú y yo, que tengan pasión por Cristo, enamorados de Cristo y arraigados en Cristo.
Recibid la paz y el amor de Jesús…

Charles, cmf 

sábado, 10 de septiembre de 2011

La JMJ de Adri: una cuestión de mirada...


     Gente. Mochilas. Palabras. Espera. Segovia. Calor. Banderas. Cantos. Alegría. Muchos. Silencio. Colores. Sonrisas. Madrid. Deseos. Iglesia. Corazón. 
      La JMJ ha sido tantas cosas… Yo he tenido la suerte de vivirla desde muchos frentes. Como joven. Como claretiano. Como acompañante. Como peregrino. Como huésped. Como espectador. Como protagonista. Como hermano. Y, sobre todo, como hijo de Dios. Al evocarla ahora se mezclan desordenadas todas las perspectivas, las experiencias, las emociones, las personas… Y pienso inevitablemente que, con el paso del tiempo, la JMJ Madrid 2011 se recordará por los grandes eventos, por la ingente multitud coloreando cada rincón de la ciudad, por el silencio sobrecogedor de Cuatro Vientos, por los discursos de Benedicto, por el encuentro con creyentes de todo el mundo, por las altas temperaturas, por la música, por el cielo de Madrid. En todo ello me descubro y me reconozco. Y, sin embargo, para mí la JMJ ha sido otra cosa. Ha sido una cuestión de mirada. Me di cuenta el día 20, al comenzar la mañana. El Papa quiso celebrar una eucaristía con seminaristas de todo el mundo en la catedral de la Almudena. Aunque hace algunos años nunca lo hubiera imaginado, yo estaba allí aquel día. Con un detalle añadido: de entre los miles de jóvenes que quisieron participar, tuve la fortuna de poder estar dentro, en el cuarto banco, a unos pocos metros del altar. Apenas había dormido tres horas, pero estaba allí. Y entonces lo supe. La fe, como la vida, es una cuestión de mirada. Aunque muchos se le figuren muy poderoso, Benedicto me pareció sumamente débil. Subió al presbiterio con dificultad, caminaba lentamente, la cruz se le vencía, le temblaba la voz, apenas sí podía mover el incensario. Desde tan cerca todo se ve distinto. Por primera vez, el Papa me pareció un anciano de ochenta y cuatro años, un hombre frágil al que una aventura como la JMJ debe suponerle un esfuerzo ímprobo. Me lo dijeron sus ojos. Su cuerpo no le daba para más. Probablemente, tampoco su timidez. Y, sin embargo, se estaba deshaciendo con la mirada para todos nosotros. Había en sus ojos alegría, ternura, esperanza, lucidez, hondura, agradecimiento y un brillo que no es de este mundo. En medio de su debilidad, el Amor le estaba haciendo fuerte. Para entregarse, para darnos lo mejor de sí.




Cuando salí de la Almudena dejé de pensar en la JMJ como lo había hecho hasta entonces. Y comencé a buscar miradas. Pude descubrir así los hilos de esta urdimbre. Me encontré con muchos ojos jóvenes, inquietos, despiertos, emocionados, expectantes, asombrados, ilusionados, reverdecidos, dispuestos, orantes, capaces, pacientes, compañeros, buscadores, distintos, sensibles, llamados, unidos, enviados. En todos, un deseo de vivir en ese mismo Amor que sostenía al Papa en la misa de la Almudena. Para entregarse. Así me pareció verlo en los chicos a los que acompañaba, en el batallón de voluntarios, en el trabajo sin medida de la familia claretiana, en los religiosos, religiosas y sacerdotes con que me iba cruzando, en los grupos que se saludaban cantando de un andén a otro del metro, en la paz de los templos, en la buena voluntad de mucha gente ajena a nuestra fe, en la celebración de la belleza y la bondad de nuestro Dios, en la Iglesia arrodillada ante el Santísimo. En tantos ojos, veía también mi corazón. Veía, como tantas otras veces, el misterio de este encuentro del hombre con su Padre. Y sí, hay mucha torpeza en nuestra forma de vivir la fe y el amor, pero también había un pedazo de cielo en todas esas miradas. Ojalá también en la mía.


Gracias, Padre.
Por Benedicto.
Por esta Iglesia nuestra.
           Por descansar en nosotros tu mirada.


Adri, cmf