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sábado, 15 de abril de 2017

Diálogos de pasión III: ¿qué es lo que nos queda?


María está llenando una bolsa con ungüentos mientras Juan la observa sin decir nada. Cuando esta termina su tarea decide confrontar al joven que la observa.

- María: ¿Tú también piensas que estoy loca?
- Juan: No lo sé.
- M: Pero has venido a detenerme.
- J: Es lo que ellos quieren.
- M: ¿Y tú?
- J: Es peligroso, en eso tienen razón.
- M: ¿Más que permanecer al pie de la cruz?
- J: No, pero eso era necesario.
- M: ¿Y esto no? Él era tu Maestro, tu amigo… ¡Te quería como a un hermano! ¿Y no quieres que le honremos una vez muerto?
- J: Deja que los muertos entierren a sus muertos (Mt 8, 22).
- M: ¿Qué has dicho?
- J: Nada, es solo algo que le oí una vez, cuando la gente ponía escusas para seguirle.
- M: ¿Y cuál es tu escusa?
- J: Me cuesta creer que esté muerto
- M: Tú estabas ahí, lo viste al igual que yo ¡Incluso te habló! Te confió a su madre ¿Y aun así dudas?
- J: Sé lo que vi, su cuerpo no respiraba cuando lo bajamos y aun así… no sé.
- M: ¿Qué es lo que no sabes, Juan?
- J: Siento que sigue vivo, de algún modo lo siento presente y cuando cierro los ojos le oigo en mi corazón, invitándome a caminar, preguntándome si estoy dispuesto a ofrecer mi vida por amor. Por eso no puedo acompañarte.

María contempla a ese Joven con infinita ternura y un gesto materno brota sin pensar. Ofreciéndole el abrazo que ella tanto necesita le dice, o tal vez se dice:

- M: Él está muerto, Juan. Quisiera que no fuera así, pero debemos afrontar la verdad. Lo único que nos queda es honrar su memoria y aceptar la voluntad de los Cielos.

María deja atrás a Juan, quien pregunta mirando al cielo.

- J:¿Y cuál es tu voluntad, Padre?

Ella se detiene, sorprendida. Le mira sin saber realmente a quién está mirando. Abre la boca con intención de decir algo, pero la palabra parece esconderse de ella. Finalmente, prosigue su camino. Juan, tras un momento de espera, se dirige al otro extremo y se sienta en actitud orante.

miércoles, 11 de mayo de 2016

¡Gracias, Señor, por la vida compartida con el P. Luis Ángel!

Dicen las constituciones de nuestra Congregación que los misioneros claretianos debemos ser «esforzados colaboradores de los obispos». Algunas veces (más bien pocas) esta esforzada colaboración se materializa en la llamada a acoger en nuestro propio seno el ministerio episcopal. Nosotros estamos teniendo la dicha de vivir dicho don eclesial muy de cerca, en nuestro hermano Luis Ángel de las Heras, quien fue durante muchos años formador de nuestra comunidad de estudiantes de Colmenar Viejo y, desde el sábado, día 7 de mayo de 2016, es obispo de Mondoñedo-Ferrol. Una diócesis gallega de rica historia, de generoso presente y de esperanzado futuro que está acogiendo al P. Luis Ángel con una esplendidez que los que somos sus hermanos de Congregación nunca agradeceremos lo suficiente. Él, que fue pastor entre nosotros, lo es ahora de tierras gallegas, y lo es al modo como reza su lema episcopal, bajo el signo del pastoreo de Cristo: «Apaciéntame, Señor: apacienta Tú conmigo».


La catedral de Mondoñedo acogió el pasado 7 de mayo la ordenación episcopal de nuestro hermano, una celebración grávida de Palabra, rebosante de signos. Escuchamos la encomienda evangelizadora de Jesús a Pedro, de la que el P. Luis Ángel participa ahora como miembro del colegio de los Apóstoles. Rezamos con él y por él, pidiendo la venida del Espíritu y la intercesión de todos los santos. Le fueron impuestas las manos de los obispos presentes y el mismísimo Evangelio en señal de la efusión abundante del Espíritu Santo sobre él. Fue crismado con óleo santo como sacerdote, profeta y pastor. Se le entregaron el Evangelio que está llamado a predicar, el anillo que le une en alianza a la Iglesia que debe pastorear, la mitra que refleja su tarea pontifical entre Dios y su pueblo y el horizonte de santidad hacia el que camina, el báculo con el que llama a sus ovejas al aprisco, pidiendo misericordiosamente su obediencia. Tomó posesión de la cátedra de Mondoñedo-Ferrol, gesto que el domingo repitió en la concatedral de S. Julián de Ferrol. Recibió la adhesión de los fieles de la diócesis, representados por un presbítero diocesano, dos religiosas y una familia cristiana. Y, finalmente, se paseó entre los suyos bendiciendo la porción del pueblo de Dios que le ha sido encomendada. Todo ello en un clima de profunda oración, densa emoción y sincera alegría.

Desde nuestra comunidad, nos unimos a la acción de gracias a Dios porque ha sido grande su amor para con su nuevo obispo y, en él, para con todos nosotros. Algunos de los que fuimos queremos dejarte en este espacio un breve eco que nos recuerde tu ejemplo y nos siga animando a crecer en esta hermosa tarea misionera:
"Para mí fue un día especial: la inmensa acogida de la gente, la sonrisa de Luis Ángel, la emoción de nuestros hermanos... Estoy orgulloso de Luis Ángel. Él fue mi Superior Provincial cuando llegué a España, y su acogida fue espléndida conmigo. Por eso estoy seguro de que él ya está acogiendo con los brazos abiertos a su nuevo pueblo como lo hizo con nosotros. Siempre le recuerdo así: con los brazos abiertos, dispuesto a ser cercano a cada uno. Dios siga bendiciendo su apasionada tarea de pastor." Rayappa Nathanael, cmf
"Es una alegría enorme para mí que un claretiano sea capaz de aceptar un servicio para la Iglesia con tanta delicadeza, con tanta pasión. Para mí, ver a Luis Ángel es entender la profecía de nuestra vocación de servicio y entrega patente." Sarin John, cmf
"Cuando era mi formador y después siempre le decia 'eres un hombre de Dios'. Hoy digo contento que lo sigue siendo. Este fin de semana he vuelto a verle tan alegre como siempre con su tarea, sea la que sea. Él es un buen pastor, será un buen pastor. Porque fue un misionero de calle, será un obispo de calle: dispuesto a acoger, a buscar con otros soluciones, a asumir lo que le venga con paz y alegría." Charles Rolón, cmf

Sabemos, querido P. Luis Ángel, que tú nos llevas en tu corazón y puedes estar seguro de que Colmenar Viejo seguirá siendo tu casa para siempre. Esta comunidad reza por ti con intensidad y con gozo y espera ver realizado en ti el mismo espíritu de entrega y pasión con que S. Antonio María Claret afrontó su ministerio episcopal en Cuba, España, París y Roma. Porque, como a él, la caridad de Cristo te urge y el corazón de María te guarda.

¡Parabéns, irmán!