miércoles, 23 de febrero de 2011

tuencasa


Orar es estar en la presencia de Dios con las manos y el corazón abiertos
     
     Ayer tuvimos retiro. En nuestra comunidad, todos los meses dedicamos un día a desconectar de la rutina cotidiana y hacer silencio, para que todo lo que vamos viviendo tenga su tiempo de reposo y de calado en Dios.  Así nos lo proponen a todos los claretianos nuestras Constituciones, un librito que recoge nuestro programa de vida, del que os hablaremos en más de una ocasión. Esta vez, el retiro fue una oportunidad para repasar nuestro itinerario de oración. Entre otras cosas, pudimos dar gracias a Dios por las personas que nos han enseñado a orar a lo largo de nuestra vida. Nos ayudó para ello asomarnos a algunos textos de distintos autores que tratan de ponernos en la sintonía de la auténtica oración, como los que transcribimos aquí:
 
     «Mi oración debe estar integrada en la vida. Vida y oración no son dos realidades paralelas que transcurren la una al lado de la otra. Ni mucho menos contrapuestas» (R. Bohigues) .
 
     «(…) si odio a mis hermanos, odio a Dios. Si tengo miedo a la gente, le tengo miedo a Dios. Si no tengo amigos, tampoco Dios es mi amigo. Si atropello a la gente, al mismo tiempo atropello a Dios. Si en mi sentimiento de superio­ridad ignoro a la gente, significa que, de alguna manera, ignoro a Dios. Si soy atento con la gente, soy atento con Dios. Cuando uso a la gente, simul­táneamente trato de instrumentar a Dios para subordinarlo a mis objetivos. Cuando desprecio o juzgo a la gente, desprecio y juzgo a Dios. Cuando no escucho a mis hermanos o no caigo en la cuenta de que sufren, no escucho al Señor y no tengo sensibilidad por lo divino. El que es justo con su hermano es justo con Dios. El que ama a su her­mano ama a Dios. El que estafa a un ser humano estafa a Dios. Amamos a Dios con nuestro corazón humano. No tenemos dos corazones: uno puro, inmaculado, elevado, para amar a Dios; y otro egoísta, mancha­do y desconfiado por sus experiencias humanas. Tenemos un solo corazón y con él amamos a Dios y a los hombres. Por lo tanto, si alguien quiere saber cómo es su relación con Dios, le basta hacer un recuento de todas sus relaciones humanas; el conjunto de estas relaciones indicará tanto el grado de su unión como también todos los sentimientos y actitudes que colorean su trato con el Señor.
      Las relaciones humanas son el termómetro de nuestra relación con el Señor. El reconocimiento de este hecho es necesario para poder hablar de vida de oración o de trato con Dios. Esa sensibili­dad para percibir que toda modificación en mis relaciones con la gente repercute en mi relación con Dios es la única garantía de que mi vida de oración no es ilusoria. Y la única garantía de que la imagen que tengo de Dios no es para mí una fuga de la realidad» (F. Jalics).

      Ayer fue un día bonito para volver a la Fuente, para recordar que tenemos un Padre y que  sólo una relación sincera y profunda con Él nos hará hombres de Dios para los demás... Queremos que la oración sea central en nuestras vidas…

2 comentarios:

  1. Hola saludos desde China! Os seguiremos si nos dejan las autoridades y la VPN.

    Animo!

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  2. felicidades y adelante con este proyecto!
    saludos desde Argentina!
    Charls.

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