domingo, 1 de diciembre de 2013

Ama así su espera...














Cuando Tú te abajes, hallarás mis puertas.
Cuando te desbordes, hallarás mis cuencas.
Cuando Tú te inclines, he aquí mi espera,
mis manos alzadas, mis ojos alerta. 
A la santa hora de tu buena nueva,
al aguardo santo de tu gracia eterna.

Hora de la mies, hora de la siembra.
Hora de la tarde, hora mañanera.
Hora de la mar, hora de las eras.
Hora de reposo, hora de faena.
Hora en soledad, hora compañera.
Hora de candil, hora de tinieblas.
Hora barruntada, hora de sorpresa.
Hora de refugio, hora de tormenta.
Hora de la escarcha, hora de la hoguera.
Hora de las horas, hora de tu vuelta.

No importa la hora a quien siempre anhela,
a quien amanece cada día en vela,
a quien no se espanta cuando el frío arrecia,
a quien no se afana en buscar hijuelas,
en trazar atajos, en remendar telas.

No importa la hora a quien siempre sueña,
a quien está pronto pero no se altera,
a quien vive atento pero no trasiega.
A quien no se afana en llevar las riendas,
en forzar el tiempo de alcanzar la meta.

Importa que vienes, importa que llegas.
Quien ama al Amado,
ama así su espera.

Cuando Tú te abajes, hallarás mis puertas.
Cuando te desbordes, hallarás mis cuencas.
Cuando Tú te inclines, he aquí mi espera,
mis manos alzadas, mis ojos alerta. 
A la santa hora de tu buena nueva,
al aguardo santo de tu gracia eterna.
Amén.















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