domingo, 22 de enero de 2012

Mi nombre...


Una mañana más, faena entre los dedos,
las manos en las redes, los ojos en las manos,
paciencia sobre el copo,
el sol sobre los hombros, mar de siempre.
Voces de pescadores,
barcas que parten, botes que regresan,
viejos diálogos trillados en la orilla,
cotidiano sudor, luz cotidiana,
la sal pegándose a la piel, larga jornada,
trasiego de familias que trabajan
para ganarse el pez de cada día.

Y entonces, Tú.


Hombre del pueblo, manos encallecidas,
andar de cielo, mirada enamorada.
Llegas despacio a donde yo faeno,
a donde vivo y sufro y anhelo y me desvelo.
Te acercas hasta el mar de mis horas de esfuerzo,
me miras limpiamente y me pronuncias,
dices mi nombre y vuelvo el rostro
como si nunca nadie me hubiera requerido.
Dices mi nombre, mi nombre... Me conoces.
Tus ojos hacen lo demás. Y me decido.
Suelto la barca, la herencia recibida,
madera envejecida donde me guarecí
de no pocas tormentas.
Quedan mis frutos -no muchos- en las redes;
el apellido ya no me importa tanto,
ni los miedos y dudas que en él llevo prendidos.
Ya sólo mi nombre, mi nombre... Me conoces.


Sé que otro sol inundará mis días
y que otras olas mojarán mis pies cuando me canse.
La forma de mi nombre entre tus labios es más dulce
que todo mi pasado y mi futuro,
que todo cuanto dejo y cuanto espero.
Digo adiós a mi casa por seguirte,
tu voz será mi hogar en adelante.
Aquí estoy, Jesús, Tú me has querido,
allá marchan mis pies soñando tras de ti.
Nada te he preguntado, no hace falta.
Hay una luz manando de tus ojos
que nunca vi en el alba de este mar.


Todavía, Señor, no sé quién eres,
ni por qué me has llamado,
ni qué quieres pedirme.
Todavía, Jesús, no te conozco
ni pronuncio tu nombre como tú dices el mío.
Me he echado al camino sin pensarlo,
inquieto y decido, nervioso y calmo,
quizá no amaine nunca esta inquietud
pero yo esperaré: Tú me has buscado.
Quizá no sepa bien qué responderte,
qué decirte mañana, cómo hacer
para que nunca acabe nuestro encuentro.
Pero sé que estarás para mirarme.
Sé que vendrás de nuevo hasta mi orilla,
que serán otra vez ardientes tus palabras
y profunda tu voz para mi cuerpo,
..."Ven, sígueme, yo te he elegido"...
Amor sobre mi vida.

Volverás a llamarme,
mi corazón será para tu nombre
y tras tus huellas danzarán mis pasos.




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