.. ¡seguimos saboreando la paz y la luz del Resucitado juntos!
Y ahora, ¿qué?
Y ahora, ¿qué? ¿Qué me aporta la muerte de Jesús? Estas son las preguntas en la liturgia del Viernes Santo que nos hizo Josema en Basida, una casa de acogida para los que están sufriendo de sida. “¡Vida!” es la primera palabra que sonó desde los que estábamos en aquella capilla. La respuesta no aporta nada nueva. Ya sabemos que Jesús nos da vida. Ya sabemos que él es la vida y la resurrección. Pero lo más llamativo es que esta palabra ha sido pronunciada sin ninguna inseguridad sino, con toda convicción y con toda certeza. Ha sido profesada en un lugar donde la derrota, la decadencia y la defunción es más articulada y acentuada. No sé si soy capaz de profesar esta confesión de fe como lo hizo aquel hombre. Pero una cosa es cierta: volví a casa amando más al Señor.
Rheadh de la Torre, cmf
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