Te traeré mis lágrimas, Señor.
que son como las tuyas.
Lágrimas,
que te hablen de mis anhelos,
que te cuenten mis tropiezos,
que me denuncien lo que no entrego.
Te presentaré, Señor,
las lágrimas amargas por las que hay en mí de
muerto.
Lágrimas que rieguen lo seco;
lágrimas que alivien mis desvelos.
Recoge, Señor, estas lágrimas
sinceras.
Aquellas que te entrego
y las que guardo.
Las que me liberan
y las que me atan por dentro.
Y con ellas, Señor,
las lágrimas de cuantos son
olvidados.
Tú, Señor de la Vida,
traerás contigo la calma a tanto
sollozo.
Traerás contigo la paz a un corazón
que si no muere,
quiere estar por ti inquieto.
Tú, Señor de la Vida,
en quien creemos.
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