La vida nos sorprende en muchas
ocasiones. No siempre tenemos respuestas para todo. No siempre podemos
improvisar. Y, como en todo lo importante, se necesita de un tiempo intenso que
nos ayude a vivir con mayor hondura el presente. Algo así debió ocurrirle a Jesús en su
tiempo de Nazaret. Y algo así tuvieron que ser sus años de ministerio. Su
pasión no pudo ser improvisada. Su respuesta tan libre como obediente hasta la muerte
no pudo ser consecuencia del azar. Su amor hasta el extremo hubo de ser fruto
de muchos tiempos de silencio y renuncia, de oración y acostumbramiento a Dios...
Y algo así puede ser para nosotros
esta cuaresma que hoy empezamos: una oportunidad nueva para 'elaborarnos' con
intensidad antes los tiempos densos que nos vengan. Un camino de escucha atenta, de
compromiso solidario, de ascesis fecunda. Un camino que nos acerque más al
corazón de Jesucristo, con quien recorremos nuestra vida como quien camina
hacia el Gólgota. Un camino que no se hace solos: con Cristo y en Él, con la
comunidad y con los últimos. Porque si nada importante se improvisa, nada
importante se lleva a cabo en soledad.
Comencemos este miércoles de cuaresma con la mayor intensidad posible. Y lo hacemos con las palabras del
Papa Francisco: «en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la
conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios 'de todo corazón' (Jl
2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con
el Señor.»
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