En el contexto de la jornada del seminario diocesano el pasado 19 de marzo, en nuestra iglesia de Colmenar Viejo, Iglesia del Corazón de María, algunos seminaristas animaron las eucaristías con su testimonio vocacional. Hoy queremos compartir con vosotros la experiencia de Romualdo Wambo… ¿por qué un joven camerunés deja todo sin mirar atrás y se inserta en la realidad francesa? Él mismo te lo cuenta… ¡esperemos que te guste!
“Servid al Señor con alegría”
Me llamo Romualdo de la Misericordia Divina, vengo de Camerún y soy misionario claretiano de la delegación de Francia. Nací en una familia cristiana y en un pueblo muy religioso que se llama Nkongsamba. Los sacerdotes del pueblo y mi familia me fueron llevando progresivamente a vivir una vida de mayor intimidad con Jesús. Y acaso, como cristiano, sentí como si no fue suficiente hacerme su hijo en el Bautismo. En el momento que la Santísima Trinidad hizo su morada en mí, el Espíritu Santo que es “agua viva” imprimió en mi alma un sello indeleble. Y creo que nadie me lo puede borrar o quitar. El toque de gracia lo recibí en unos ejercicios espirituales que nos dio un sacerdote jesuita a los jóvenes de la parroquia. Al explicarnos la importancia de la Palabra de Dios en nuestra vida, descubrí que el Señor me llamaba a ser servidor de su Palabra. Desde entonces, quise ser todo de Él. Entré en el seminario e hice mis votos temporales; y con la voluntad de Dios haré mis votos perpetuos en el próximo mes de abril. Como misionero claretiano, he sido enviado a anunciar la vida a fin de que todos los hombres se salven por la fe en Cristo. También, para que todos los que reconocen a Cristo como Hijo enviado por el Padre para salvarnos reciben con abundancia y para siempre el “agua viva” que Él promete, como a la mujer Samaritana en el Evangelio.
En cuanto bautizado como cada uno de vosotros, soy un hijo adoptivo de Dios con el derecho de llamarlo Padre; y como consagrado, su Amor me eleva más cerca de Su corazón. Soy un embajador de Dios en el mundo; un profeta que anuncia la Buena Nueva al estilo de nuestro fundador San Antonio María Claret. El Espíritu ha venido hasta mí de manera especial, con diversos dones y gracias que me posibilitan para conformarme con Jesús. Este mismo Espíritu me ha sido dado para que, igual que Jesús, vaya y anuncie la Buena Nueva de Su Amor y a través de ese amor cambiar el mundo. He sido llamado por Dios para dos cosas, la primera de ellas es a ser santo y la segunda asistir a mi prójimo en su búsqueda de su santidad. Si yo fallo en esto, todo lo demás se pierde.
Ahora llevo más de 7 años de vida religiosa, y desde mi vocación misionera, cada día amo más a este mundo tan necesitado de Dios y de su Agua viva; y desde aquí animo a que otros a que tomen la antorcha de su vida sin miedo a abrasarse en el fuego del Espíritu.
Romualdo Wambo, cmf
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