Aunque con un día de retraso, vamos a celebrar en este blog la novena al Inmaculado Corazón de María. Nosotros, misioneros claretianos en formación inicial, estamos llamados a convertirnos en "Hijos del Inmaculado Corazón de María". Así quiso nuestro fundador, S. Antonio María Claret, que nos llamásemos. Y así queremos nosotros caminar por la vida. Con ayuda de parte de unos materiales preparados por uno de nuestros formadores, P. José Manuel Sueiro, contemplaremos estos días a María y prepararemos así su fiesta. Que éste sea un camino de conversión y de gratitud al Señor que nos ha llamado, de acercarnos más a Jesús a través de María, la discípula. Y de llegar a los hombres que sufren a través de María, la madre, la que siempre estuvo y está. Atenta en todas las bodas, en pie en todas las cruces. Aquí estamos, Madre, fórmanos en tu Corazón...
Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra:
Te pedimos con fe que despiertes en nosotros
el entusiasmo por vivir la vida
que Dios nos ha dado.
Las alegrías y esperanzas nos lleven a dar gracias de corazón,
las angustias y tristezas nos acerquen a la cruz,
donde tú te nos ofreces como madre.
Madre, en tu vida aparecieron contrariedades
que fuiste afrontando con alegría y gozo interior.
Tu presencia entre los hombres
sembró la esperanza, el consuelo, la alegría
y las ansias de vivir confiadamente en el Amor de Dios.
Ayúdanos a colorear el rostro de nuestra misión
de entusiasmo y de esfuerzo por la vida
y a poder testimoniar esa fuerza interior que tu Hijo nos da.
Que desaparezcan las sombras del dolor y el sufrimiento
en las vidas de tantos hermanos
y que entre todos, junto a ti,
construyamos el reino de la alegría, del amor y de la paz
desde nuestro propios hogares, desde nuestras
comunidades.
Amén.
Para el
amor: una madre.
Para el
dolor: una madre.
Para crear y
cuidar la vida: una madre.
Para la
ternura y el regazo: una madre.
Para enjugar
las lágrimas: una madre.
Para curar
las heridas: una madre.
Para
aguantar la cruz: una madre.
Para
acompañar a un enfermo: una madre.
Para dar paz
al alma: una madre.
Para cuidar
a un niño: una madre.
Para
engendrar la vida: una madre.
Para la
lucha generosa: una madre.
Para
proteger la vida: una madre.
Para recibir
a quien se alejó: una madre.
Para enseñar
a rezar: una madre.
Para amar:
los ojos, el corazón y las manos de una madre.
Para
descansar: el regazo de una madre.
Para estar
donde hace falta y cuando hace falta: una madre.
Para callar
y guardar los secretos del corazón: una madre.
Para
aprender a esperar: una madre.
Para estar
cuando el alma duele: una madre.
Para buscar
al que se perdió: una madre.
Para
comprender silencios y palabras: una madre.
Para todo: hijo ahí tienes a tu madre,
procurando lo necesario para cada día,
sirviendo y ofreciéndose ella misma
para que, tomándola de la
mano, entres en su vida.
[Oración de Álvaro Ginel adaptada]
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