martes, 4 de junio de 2013

Novena al Corazón de María. María, Formadora


Nuestra vida de creyentes en el Señor y de testigos del Evangelio se ve con frecuencia reflejada en esa parábola, enseñada por Jesús a la gente sencilla y de buen corazón, en la que presenta a un padre con los brazos abiertos ante el retorno de su hijo.
Humildad, sinceridad de corazón y transparencia, así como arrepentimiento ante los pasos mal dados en la vida, se nos presentan como actitudes necesarias en nuestra vida de fe, sea cual sea nuestro momento, nuestra circunstancia y nuestra etapa en el camino de la vida.
Dirigiendo nuestra mirada a María, hoy podemos volver a verla caminando por estos mismos derroteros en los que nosotros nos hallamos. Sentirla cerca, como caminando junto a nosotros o esperándonos para llegar hasta ella, ha de alegrar nuestro ánimo, pero también ha de llevarnos a constatar que necesitamos dejarnos formar por ella, decidiéndonos a imitar su forma y estilo de vivir confiando en Dios.
En este nuevo día de la novena a su Inmaculado Corazón, abramos nuestros cinco sentidos para acoger a María como nuestra guía, como la que forma en nosotros un corazón de discípulo.


María, eres la docilidad pura:
no sólo cumples la voluntad divina
sino que te dejas hacer por Él
y formarte por su Palabra:
“¡Que se haga en mí según Tú!”
–es toda tu respuesta a sus peticiones–.
Sabes que si le dejamos hacer a Dios
Él sacará de nuestro barro una obra maestra.
Sabes que no nos es fácil dejarnos hacer, dejarnos formar.
A veces tenemos cierto miedo a lo que nos dice en su Palabra:
parece que perderemos prestigio o eficacia
si tenemos que actuar y vivir según lo que Él quiere.
Otras veces, tenemos miedo de que nos pida mucho,
ponemos reparo a que cargue demasiado su yugo sobre nosotros,
tememos la hora de la poda o la transformación.

Es falta de fe.
María, formadora de apóstoles y discípulos del Señor,
tú fuiste la que te fiaste, la que venciste al miedo,
la que fuiste libre, la que dejaste hacer a Dios
y la que forjaste tu Corazón en la fragua de su Amor.
A Ti nos encomendamos como hijos de tu Corazón,
formadora de vidas apasionas por el Amor de Dios.
Amén.

                                                                                        [José Manuel Sueiro]



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