Hay una luz en medio de la herida.
Y un viento fresco al borde del sudor.
Cuarterones abiertos en la ruina.
Acorde en sol mayor para el horror.
Hay un botón para el descamisado.
Y una madre zurciendo viejas penas.
Avenidas burlando las esquinas.
Una manta esperando en el salón.
Tazas de caldo para el friolero.
Y un faro nuevo en cada acantilado.
Girasoles danzando en la tiniebla.
Sombra reciente en el camino añejo.
Hay un vagón tranquilo en hora punta.
Y una mano en la espalda del cansado.
Una voz conocida en el barullo.
Dos teas aguardando en el fogón.
Hay resquicios para el atribulado.
Nidos de infancia para las golondrinas.
Lavanda tierna entre la podredumbre.
Amor de Dios. Hay siempre Amor de Dios.
Hay una llama en medio de la llaga.
Y un dulce peso asido de los clavos.
Una firme esperanza en tus suspiros.
Una promesa eterna en tus quejidos.
Cayó la sangre, el agua y la mirada.
Vuele tu Espíritu en tanta carne ajada.
Amén.
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