Desde
nuestra fe sostenemos que Dios, nuestro Padre, permanece atento a la súplica de
su pueblo, y aunque en ocasiones no sabemos lo que pedimos, según lo predijo desde antiguo por la boca
de sus santos profetas, Él llega hasta nosotros, nos visita y nos salva. Es
nuestra fe la que nos lleva a reconocerle rico en amor y misericordia. Mas,
¿cómo es posible que nos veamos en medio de un valle de lágrimas? ¿Cómo aceptar
que hayamos de beber el cáliz de la pasión? ¿Cómo se junta la gloria y el madero, la gracia y el afán, tener propicio a
Dios y escaso el pan?
Dios
que creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, estableció una alianza
perpetua con nosotros, manteniéndose fiel a ella. Mas no se nos impone, Dios se
nos ofrece a cuantos lo buscamos con sencillez y humildad de corazón. Así pues,
una vez más, es María quien nos muestra la respuesta a todos esos interrogantes
nuestros, dudas e incertidumbres que nos asaltan cuando nuestros deseos y
aspiraciones no se ven correspondidos con la realidad. María, la mujer fiel al
Amor de Dios, nos enseña cómo haciéndose servidora es engrandecida;
presentándose como esclava, es enaltecida entre todas las mujeres.
DAME, SER FIEL COMO TÚ, MARÍA.
Para que mi fe sea más fuerte
que mis pensamientos.
Para que mis dudas no se
impongan a la fe.
Para que mi fuerza no se resista
a la invitación de Dios.
DAME, SER FIEL COMO TÚ, MARÍA.
Para que no me conforme con los
mínimos.
Para que no me embargue el
pesimismo.
Para que, lejos de decir "no"
siempre diga "sí".
DAME, SER FIEL COMO TÚ, MARÍA.
Para que la alegría me anime en
el seguimiento a Jesús.
Para que la esperanza me ayude
a seguir hacia adelante.
Para que la gratitud sea
consecuencia de dejarme llevar por Dios.
¿Cómo lo hiciste, María?
¿Cómo pudo más Dios que la
debilidad para responderle?
¿Cómo venció el ángel y no tus
dudas?
Sólo, María, la fe y la esperanza
te hicieron dejar en segundo plano
los sentimientos de temor o de
temblor
que asomaron en un primero
momento.
Luego corresponder a su Amor,
siendo fiel.
¿O
no fue así?
Amén.
[José Manuel Sueiro]