AMORES INDISOLUBLES
Es una
de las cosas que más nos gustan. Las hacemos para todo. Listas de los más
guapos, de los más inteligentes, de los más ricos, de los mejores jugadores, de
lo que tenemos que hacer, de lo que vamos a comprar, de lo que no podemos
olvidar... Nos encanta saber qué va primero, priorizar, jerarquizar, y en este
afán tan humano quedamos muchas veces atrapados. Dicen quienes lo han estudiado
que en el pueblo de Israel se había llegado a establecer una lista de 248
mandamientos y 365 prohibiciones. Uno se pregunta cómo era posible acordarse si
quiera de tantos preceptos para poder cumplirlos. En medio de esta maraña,
cuántos hombres andarían perdidos… Los mismos maestros de la Ley discutirían:
quizá muchos hubieran olvidado su esencia. Pero el Amor no sabe de listas y
Jesús vivía desde el Amor. Por eso no le cuesta dar una respuesta. Huye de la
palabrería y de las disquisiciones intrincadas, pero no rehúsa decir una
palabra ante tanto desconcierto. Y lo hace con una sencillez
inusitada: apela a una oración que el pueblo rezaba cada día —la más importante
de su espiritualidad— y le añade un texto del Levítico. El que vive desde el
Amor habla desde la Palabra. Jesús no se sale de la fe del pueblo ni de su vida
cotidiana, pero les hace descubrir en ella el tesoro de la excelencia humana. Y
engarza así para siempre dos amores indisolubles: el que se debe a Dios y el
que se debe al prójimo. Por más listas que ha elaborado, la historia de la
humanidad ha sido incapaz de superar este mensaje.
Adri, cmf
[Tomado de www.acompasando.org]
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