Nací en la villa de Sallent. Mis padres se llamaban Juan Claret y Josefa Clará, casados, honrados y con mucha fe. Apenas tenía seis años que ya mis amados padres me mandaron a la escuela. Todo lo que me referían y explicaban mis Padres y mi Maestro lo entendía perfectamente, no obstante de ser muy niño; lo que no entendía era el diálogo del catecismo, que lo recitaba muy bien, pero como el papagayo. Sin embargo, ahora conozco lo bueno que es saberlo, pues que con el tiempo, sin saber cómo ni de qué manera, me venía a la imaginación y caía en la cuenta de aquellas grandes verdades que yo decía y recitaba sin entenderla. A la manera que los botones de las rosas, que con el tiempo se abren, y, si no hay botones, no puede haber rosas, así son las verdades de la Fe. Por estos mismos años de mi infancia y juventud profesaba una devoción cordialísima a María Santísima. Con muchísima frecuencia, desde muy niño acompañado de mi hermana Rosa que era muy devota, iba a visitar un santuario de María Santísima llamado Fusimaña, distante una legua larga de mi casa.
viernes, 11 de febrero de 2011
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