Ser un europeo en China puede hacerte sentir como si fueras
un extraterrestre, en especial si vas a las áreas rurales donde los extranjeros
son una excentricidad y tratas de vivir con ellos. Hay tres opciones para un
“alien” como tú: mostrar que eres diferente, tratar de esconder las diferencias
o aceptarlas con naturalidad. Yo elegí la tercera y pude ver que tenemos más
cosas en común de lo que parece a simple vista.
Sí, es cierto que los españoles pensamos de lo particular a
lo general mientras que los chinos lo hacen de lo general a lo particular. Por
ejemplo, un español escribe su dirección comenzando por la calle y terminando
por el país, mientras que un chino lo hace al contrario. Cuando un español
lleva a cabo una tarea piensa en el resultado, pero un chino piensa en el proceso;
descubrí esto cuando los estudiantes chinos se rieron de mí al verme copiar un
carácter chino.
Pero todos tenemos los mismos sueños, esperanzas y
sentimientos; y existe un lenguaje mayor que los idiomas, un lenguaje que está
por encima de las palabras y no sabe de fronteras. Este lenguaje nace en el
corazón de la gente y se habla con los ojos, el cuerpo… la propia vida.
El mes que pasé en China participando en dos campamentos con
el hermano Sid, Josua, Joseph y Stephen me ayudó a descubrir esta verdad y me
enseñó a distinguir entre lo esencial y lo circunstancial, lo cual con
frecuencia nos ciega impidiéndonos ver al otro como a un igual.
China es un gran país con una gran historia, pero su mayor
riqueza es su gente. Zhaoxian, Yulin y nuestra comunidad misionera me mostró
esta y otras verdades, pero fue la familia que me acogió en Pekín la que lo
grabó a fuego en mi corazón.
De China, nuestra comunidad itinerante fue a Kupang
(Indonesia) donde animamos un campamento de inglés para los aspirantes y
postulantes claretianos de allí. En esta ocasión Thomas y Ben se unieron a
nuestro equipo. Allí descubrí un país joven lleno de esperanza y alegría, esa
alegría que Europa parece haber olvidado y esa esperanza que tanto necesitamos.
Se supone que yo era el misionero, pero fueron China e
Indonesia las que me evangelizaron.
Carlos
P. G. cmf