Por cada puerta cerrada
y cada ventana oculta.
Por cada cerrojo echado
y cada suspiro negado.
Por cada mano guardada
y cada labio sellado.
¡Ven, Espíritu!
Por cada viento no impulsado,
por cada sospecha atentada,
por cada juicio inmerecido.
¡Ven, Espíritu!
Por cada noche oscura,
por cada tiempo no ofrecido,
por cada día no agradecido.
¡Ven, Espíritu!
Por cada recuerdo que hiere,
por cada hermano que nos duele,
por cada signo que no es comunión.
¡Ven, Espíritu!
Por cada paso al frente
que te anuncie.
Por cada signo
que nos recuerde tu presencia.
Por cada promesa de fe
que te exprese.
Por cada rincón iluminado,
cada mesa servida,
cada amigo que a Ti nos lleve.
¡Ven, Espíritu!
Sigue siendo el fuego que nos consagre.
Sigue siendo el don que se espera.
Sigue siendo el agua que nos sane
y la guía que nos convierta.
¡Ven, Espíritu!
Lecturas de este Domingo de Pentecostés
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