que tanto enamoró
y que tanta pasión presenció.
Que tendrá el mar,
el Tiberíades,
donde tanta zozofra fue calmada,
donde tanta desesperanza fue convertida,
donde tanta fe fue regalada.
Que tendrá el mar,
Amigo amante,
sus aguas para verte,
su descanso para escucharte.
Llévanos al mar de los encuentros,
donde Tú sigues viviente
-para reconocerte-,
donde Tú sigues amando
-para investirnos-,
donde Tú sigues enviando
-para anunciarte-.
Allá, en el mar de Galilea,
donde sigues preguntado
por nuestros quereres,
los que Tú ya conoces,
los que Tú ya amasaste...
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