Escribió hace tiempo un conocido autor:
«Para escribir, como para vivir o para amar, no hay que apretar, sino soltar, no retener, sino desprenderse. La clave todo está en la magnanimidad del desprendimiento...» [Biografía del silencio]
¡Cuánto nos cuesta, cuánto nos rompe tratar de desprendernos! Y, sin embargo, cuando uno mismo se pone a tiro de tal arte, parece que el camino se allana y el peso se aligera. También esto lo aprendemos de Ella, de la Mujer desprendida. De María, la que confió su vientre y su vida a un sueño eterno. La que, día a día, nos enseña a abrazarnos por dentro para soltarnos según el querer de Dios. Sin retener nada, sin asegurarnos nada. Todo, por un sí.
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