Una antigua canción repite en su estribillo: ¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Para ninguno de nosotros esta experiencia le es ajena. A todos se nos ha
regalado el inmenso don de querer ofrecer el corazón. Y quien sabe si a ti
también…
Un corazón que, antes de ser entregado, se ha sabido profundamente
amado. Un corazón que desea amar como Él amó. Un corazón que siente pobre, pero que se sabe
enriquecido por la llamada a dejarlo todo por el Reino de Dios. Un corazón que
busca, por encima de todo, volcarse en las cosas del Padre. En la víspera de la fiesta de nuestro Fundador, San Antonio María Claret, muchos de nosotros de forma especial hemos renovado los
deseos de seguir más de cerca a Cristo Señor. Juntos, en comunidad misionera, renovamos nuestra profesión religiosa como Hijos del Inmaculado Corazón de María. Porque sabemos que nada podemos
sin Él. Porque sabemos que todo nos viene de Él. Y así, ofreciéndonos en lo
pequeño para que otros tengan vida, le recibamos en abundancia.
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Renovación de la profesión de Charles |
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Renovación de la profesión de Jobish |
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Renovación de la profesión de Rayappa |
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Renovación de la profesión de Jorge |
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Firma del Acta de Adri |
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Firma del Acta de Raju |
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Firma del Acta de Sarin |
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Firma del Acta de Peter
Éste fue el
deseo de Claret. Éste fue el sueño que mantuvo despierto su corazón al mundo. Y
supo poner nombre a este fecundo proyecto con letras de sangre y fuego: un
Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad, que
abrasa por donde pasa.
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Gracias, Señor, por este tesoro que nos vive.
Gracias, Señor, por
esta llamada a ofrecer el corazón y la vida.
Gracias, Señor por el deseo de
vivir
castos, pobres y obediente como Tú.
Por amor.
Por el mismo Amor con el
que nos llevas a decir sí.