Cuando te desbordes, hallarás mis cuencas.
Cuando
Tú te inclines, he aquí mi espera,
mis manos alzadas, mis ojos alerta.
A la santa hora de tu buena nueva,
al aguardo
santo de tu gracia eterna.
Hora de la mies, hora de la siembra.
Hora de la
tarde, hora mañanera.
Hora de la mar, hora de las eras.
Hora de reposo, hora de
faena.
Hora en soledad, hora compañera.
Hora de candil, hora de tinieblas.
Hora
barruntada, hora de sorpresa.
Hora de refugio, hora de tormenta.
Hora de la
escarcha, hora de la hoguera.
Hora de las horas, hora de tu vuelta.
No importa
la hora a quien siempre anhela,
a quien amanece cada día en vela,
a quien no se
espanta cuando el frío arrecia,
a quien no se afana en buscar hijuelas,
en trazar
atajos, en remendar telas.
No importa la hora a quien siempre sueña,
a quien está pronto pero no se altera,
a quien vive atento pero no trasiega.
A quien no se afana en llevar las riendas,
en forzar el tiempo de alcanzar la meta.
Importa que vienes, importa que llegas.
Quien ama al Amado,
ama así su espera.
Cuando Tú te abajes, hallarás mis puertas.
Cuando te desbordes, hallarás mis cuencas.
Cuando Tú te inclines, he aquí mi espera,
mis manos alzadas, mis ojos alerta.
A la santa hora de tu buena nueva,
al aguardo santo de tu gracia eterna.
Amén.
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