Ahí estás Tú, Señor Jesús,
en la cola de mis fallos,
en la fuerza de mis errores.
Ahí estás Tú,
con espíritu y fuego,
cerca de mis orillas:
donde el mayor tesoro
es la fragilidad de tu Bien
y la debilidad de mi cuerpo.
Ahí estás Tú, Cristo Señor.
En medio de las aguas,
en el corazón de la creación.
Donde el pobre clama,
donde la herida arde.
Ahí estás Tú,
con tu espíritu de consuelo
y tu corazón abierto
para ser luz y salud del mundo.
Ahí estás Tú, Salvador nuestro.
Ungido y consagrado,
amado y elegido.
Ahí estás Tú,
entre el cielo rasgado
y la tierra estremecida:
para que recordemos que sólo en Ti
hallamos nuestro sueño:
hijos elegidos, amados y bendecidos,
para ser como pan partido
para la vida de tantos...
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