Comenzamos este tiempo del Adviento, marcado por la espera y el deseo, la alegría sencilla del que llega y la torpeza de nuestros empeños. Y en medio de esto, la invitación de la Iglesia a celebrar el «Año de la Vida Consagrada».
Para todos nosotros es una oportunidad para recordar y agradecer nuestra vocación. También para revelar la Belleza escondida de nuestro sí a un proyecto tan grande, tan apasionante, tan de Dios... y proponérsela a aquel que está buscando un amor más grande. Merece la pena y la alegría esperar al que esperamos, al Amado. A Aquel que viene - siempre viene - incluso para quien no le espera...
Para todos nosotros es una oportunidad para recordar y agradecer nuestra vocación. También para revelar la Belleza escondida de nuestro sí a un proyecto tan grande, tan apasionante, tan de Dios... y proponérsela a aquel que está buscando un amor más grande. Merece la pena y la alegría esperar al que esperamos, al Amado. A Aquel que viene - siempre viene - incluso para quien no le espera...
¡Feliz tiempo de espera!
¡Feliz Adviento!
y un centinela ronda cada esquina,
faros alerta, si por mar arribas;
desbrozadas las sendas, si por tierra.
Ojos alzados, manos en faena,
lámparas de salón: ¡todas prendidas!
Luz que no alumbra: pareciera día
de tanta convicción con que te esperan.
Mas Tú escogiste el cauce del asombro,
inaudito rincón, la carne humana,
el seno de la noche y el desdoro.
Tu Rostro más acá de nuestros modos.
Todo el afán del mundo no bastara
para un Amor que lo alborea todo.