El proceso formativo que intentamos seguir para aprender a ser misioneros claretianos es lento y denso. Se compone de muchas vivencias simples de la vida cotidiana en las que tratamos de descubrir la presencia de Dios, de muchos sueños altos que vamos definiendo y aterrizando poco a poco, de muchas caídas que nos permiten renovar la confianza en el Señor que nos cura y nos levanta, de muchos esfuerzos por cambiar un corazón endurecido y torpe, de muchas esperanzas en que podremos ir encarnando en nuestras entrañas los sentimientos del Hijo... Hay pasos que pasan desapercibidos junto a otros en que se hace muy visible nuestro deseo de seguir a Cristo. El pasado domingo fuimos testigos y partícipes de uno de estos últimos pasos (que son siempre primeros, comienzo, aurora de una vida más plena): la ordenación diaconal de Gilles Njobam (compañero y miembro de esta comunidad de estudiantes de Colmenar) y Petronillo Chávez (que está terminando sus estudios en Madrid y forma parte de la parroquia del Ido. Corazón de María, en la calle Ferraz). Gilles es camerunés y está destinado a Canadá, a donde viajará en unos meses para continuar su camino misionero, si Dios quiere. Petro es paraguayo y regresará a su tierra también en breve para hacer lo propio. Después de un tiempo intenso de preparación y de abrirse al Espíritu durante una semana de ejercicios espirituales en el monasterio de El Paular, el domingo 18 de marzo de 2012 la Iglesia los eligió para ser servidores del Pan y de la Palabra.
La ordenación se celebró en la parroquia de El Salvador (Segovia), encomendada a los misioneros claretianos desde hace apenas unos meses. Presidió el obispo de Segovia, D. Ángel Rubio Castro. Y animó la celebración con sus cantos el coro de jóvenes del Colegio Claret de la misma localidad. Mucha gente querida acompañó a nuestros hermanos. Para nosotros, fue un momento de alegría y de oración, de bendición hacia Gilles y Petronillo y de renovación de nuestra propia vocación. De profunda acción de gracias al Dios que nos hace servidores de los hombres para vivir y contagiar su vida, siempre abundante.¡Felicidades, diáconos!
Padre, que estos jóvenes diáconos
escuchen tu Palabra,
traten de cumplirla y de extenderla,
que la proclamen con esperanza
y que la vivan con corazón de fuego,
que te sirvan en ella y nos sirvan por ella.
Que estos jóvenes diáconos
se alimenten de tu Eucaristía,
que encuentren la salvación que viene de tu Cuerpo
y la Vida que mana de tu Sangre,
que tomen el pan de sus vidas,
te bendigan y te den gracias,
lo partan y lo entreguen generosamente,
que te sirvan en ella y nos sirvan por ella.
Amén.