Dice una hermosa canción de Pedro Guerra:
Alguien lo vio en el bolsillo de la nigeriana
que embarazada atravesó el estrecho.
Alguien lo vio buscando un hueco entre los refugiados
que en Ingushetia son como deshechos.
Alguien lo vio en la mirada del muchacho negro
que lleva al hombro un arma de combate.
Alguien lo vio en los burdeles sucios de Manila
junto a la niña que vendió su padre.
Alguien lo vio entre los huesos de las mexicanas
desperdigados por todo el desierto.
Alguien lo vio cuando el sicario se guardó el revólver
y entre los coches descansaba el muerto.
VELA POR NOSOTROS Y POR NOSTRAS, VELA.
MUCHAS Y MUCHOS CREEN QUE EXISTE Y JUSTO Y GENEROSO.
VELA POR NOSOTRAS Y POR NOSOTROS DICEN QUE VELA.
Y ES QUE SOMOS IGUALES:
TODAS Y TODOS, SÍ, SOMOS IGUALES... ANTE SUS OJOS.
¿Quién no podría prolongar la lista de situaciones, circunstancias, personas y comunidades marcadas por el dolor, la violencia, la marginación, la soledad, el desastre o la injusticia? Cualquier ser humano. Pero... ¿Cuántos tenemos una mirada capaz de adivinarle en estos acontecimientos? ¿Cuántos descubrimos en lo más sincero del corazón que en todas estas historias hay un Dios velando por nosotros? Hay siempre una pregunta a la vez ardiente e impotente (y ojalá siempre esperanzada) en el fondo de cada cristiano: qué y cómo hacer para encarnar en cada uno de nosotros la hermosa plegaria eucarística que reza:
Danos entrañas de misericordia frente a toda miseria humana.
Inspíranos el gesto y la palabra oportuna
frente al hermano solo y desamparado.
Ayúdanos a mostrarnos disponibles
ante quien se siente explotado y deprimido.
Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor,
de libertad, de justicia y de paz,
para que todos encuentren en ella
un motivo para seguir esperando.
Que quienes te buscamos
sepamos discernir los signos de los tiempos
y crezcamos en fidelidad al Evangelio;
que nos preocupemos de compartir en el amor
las angustias y las tristezas, las alegrías y esperanzas
de todos los seres humanos,
y así les mostremos tu camino
de reconciliación, de perdón, de paz...
Todo esto hemos podido reflexionarlo, orarlo y compartirlo el fin de semana pasado en nuestra casa (del 29 de abril al 2 de mayo). Como cada año, durante este primer fin de semana de mayo, los estudiantes claretianos de toda Iberia hemos disfrutado de unos días de encuentro. Esta vez lo hemos organizado desde Colmenar Viejo, con el lema "Formación para una vida religiosa profética". 37 personas, entre formadores y estudiantes, hemos tratado de profundizar en lo que significa para un religioso joven formarse para llegar a ser un profeta en medio de un mundo tan herido (y, a la vez, tan amado) como el nuestro. En el fondo de este encuentro estaban el Evangelio y la realidad sufriente del mundo, nuestra vocación y las personas a las que pretendemos acompañar. Estaba también el ejemplo siempre alentador de nuestro fundador, S. Antonio Mª Claret, de quien pudimos recordar estos días el regalo que recibió hace 150 años, cuando Dios le concedió llevar siempre a Jesús sacramentado en su corazón, haciendo más intensa su vida espiritual y apostólica, como él mismo cuenta en su Autobiografía. Y también estábamos nosotros mismos, que también vivimos en nuestro interior la llamada a la Vida y las muchas ocasiones en que somos agentes de sufrimiento y muerte en el caminar cotidiano.
Para este viaje, les pedimos a algunos claretianos que nos orientaran en torno a este tema. Nos acompañaron el P. Mathew Vattamattam, Prefecto General de Formación de nuestra Congregación, quien nos ofreció claves para integrar la dimensión profética en nuestro camino formativo; el P. Julio Rioja, quien nos ofreció un testimonio lleno de nombres de las muchas historias que ha podido vivir desde la fe a lo largo de los 18 años que lleva trabajando entre los excluidos en Vallecas (Madrid) y Puertollano; el P. Javier Ojeda, que conoce muy bien el compromiso profético de la vida religiosa y de los misioneros claretianos, pudo ofrecernos el fruto de muchos encuentros, vivencias y reflexiones en torno a nuestro papel en cuestiones de justicia, paz e integridad de la creación. En su charla, Javier estuvo acompañado por Laura López, responsable de sensibilización en nuestra ONGD, Fundación Proclade, cuya presencia fue también enriquecedora. Todos ellos, desde distintas perspectivas, recalcaron la centralidad que tiene en nuestra fe el compromiso con la realidad sufriente, pues toda experiencia auténtica de Dios es experiencia del Hermano.
En el encuentro reservamos también tiempos para el compartir , para la celebración, para la oración, para el disfrute comunitario. A través de talleres preparados por algunos de nosotros, pudimos acercarnos a cuatro realidades de injusticia: el consumo irresponsable y la destrucción de la creación, la marginación, la inmigración y la violencia. Y, posteriormente, pudimos recoger estas realidades y su impacto en nosotros ante el Señor en una oración contemplativa. También tuvimos tiempo para visitar La Granja y Segovia, lugares significativos, para cualquier claretiano, pues conservan la huella del P. Claret y de nuestra historia congregacional. Concretamente, pudimos contemplar enla Iglesia del Rosario (La Granja) el Cristo ante el que se encontraba orando nuestro fundador cuando recibió la gracia mística a la que antes nos hemos referido. Asimismo, dedicamos una noche a proyectar una película ("Daens") y un documental ("Home"), ambos muy sugerentes y muy inspiradores para contemplar qué pasa en los hombres y en el mundo en relación a la justicia. Y, de una forma distendida, concluímos el encuentro con una barbacoa en nuestro jardín, compartiendo historias de aquí y de allá, con mucha alegría.
Resulta difícil condensar todo lo que experimentamos en estas pocas líneas, pero ciertamente para muchos supuso una vuelta a las raíces de nuestra vocación, una apertura de horizontes para el presente y para el futuro, y un tiempo fraterno para poner en común inquietudes, anhelos y esperanzas. Ojalá que ahora, de vuelta al cada día, sepamos mantener el fuego misionero que traslucían rostros y palabras. Para que un día podamos decir, con nuestra vida concreta y sencilla, las palabras de Miqueas:
"Se te ha indicado, hombre, lo que debes hacer,
lo que quiere el Señor de ti:
practica la justicia,
ama con misericordia
y camina humildemente con tu Dios."
(Mq 6, 8)